¿Qué elementos permiten reconstruir el pasado de los ambientes que hoy pisamos? ¿Cuáles son los materiales que guardan en el presente la información de un pasado remoto o reciente? Andrés Bilmes y José Cuitiño, investigadores asistentes del Instituto Patagónico de Geología y Paleontología (IPGP, CCT CONICET-CENPAT), desandan día a día ese camino a partir del análisis de las diferentes piezas que componen el hábitat.
Por ejemplo la mayor parte de las rocas, según comentan los especialistas, están asociadas a una escala temporal difícil de dimensionar en la escala de tiempo humana, porque son el resultado final de un proceso que lleva millones de años. Este proceso es el que permite que un puñado de granos de arena se consoliden por el efecto de la presión y la temperatura y se conviertan en roca. Es por eso que una roca puede ser utilizada para entender sucesos muy remotos. Otros elementos muy útiles para los geólogos a la hora de buscar evidencias del pasado son los sedimentos y las formas del paisaje de una región.
“Hablamos de sedimentos porque todavía no pasó el tiempo suficiente para que estén consolidados y se conviertan en roca sedimentaria. Ahí también hay mucha información guardada. A nivel mundial se cree que la clave para encontrar las respuestas de los efectos futuros de los grandes cambios climáticos está no solo en estudiar elementos que se originaron hace millones de años sino principalmente analizando estos materiales más recientes que registran información sobre las variaciones climáticas a través del tiempo y que resultan claves para pensar modelos predictivos”, asegura Bilmes.
Los fósiles son también una importante fuente de información que utilizan los científicos para la obtención de datos útiles para la investigación.
“Estos materiales nos permiten realizar un análisis temporal preciso. La región del bajo de la Ciudad de Buenos Aires, o ciudades como Berisso y Ensenada en la Provincia de Buenos Aires, estuvieron bajo el agua hace 3 mil – 5 mil años. Ese fue el último pico alto del nivel del mar y está registrado tierra adentro en forma de acumulaciones de organismos marinos como moluscos”, afirma Cuitiño.
Los geólogos además estudiaron especialmente la Península de Valdés porque, según comentan, los 3.625 kilómetros cuadrados que conforman una de las maravillas naturales del país, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, tienen una historia dinámica y compleja y en sus orígenes en nada se parecía a lo que es hoy.
“Los restos de animales encontrados en la Península de Valdés fueron un elemento importante para saber que hace 20 millones de años estaba cubierta por un mar conocido como mar Patagoniano. Estaba sumergida y ahí vivían cetáceos, pingüinos y otras especies que conformaban el ecosistema de la región y de los que se hallaron restos”, explica Bilmes.
El rasgo geográfico que le impregna a la región características de península es muy posterior a estos sucesos. Convertirse en una porción del continente que está unida por un istmo y separado por un golfo fue un proceso que culminó hace apenas, unos 3.000-5.000 años atrás.
“La Península Valdés y su forma de costa recortada son básicamente el resultado de por lo menos tres sucesos. Procesos de erosión en el continente, generación de depresiones por actividad tectónica y finalmente la invasión del mar. Durante este último evento sucedieron grandes derretimientos de glaciares y el mar subió su nivel inundando muchas de las áreas bajas cercanas a la costa”, sostiene Cuitiño.
Así, según los investigadores del IPGP, “la geología es clave cuando necesitamos información sobre el ambiente que exceden los tiempos de registro humano o histórico. A estas escalas de cientos, miles o millones de años, el análisis de sedimentos, fósiles y formas del paisaje pasa a ser una herramienta imprescindible para entender los cambios ambientales del pasado y construir proyecciones a futuro”, concluyen.
Por Alejandro Cannizzaro. CCT CENPAT.