El proyecto comenzó hace tres años, junto a productores y trabajadores rurales de Península Valdés que buscan producir, de manera sustentable, lana de calidad.
En los exhibidores de un salón de París, las prendas artesanales de diseño exclusivo reciben miradas de asombro. Comienza a cerrarse un círculo, un proceso que empezó algunos años antes a más de doce mil kilómetros de distancia en Península Valdés, en la Patagonia argentina. En el año 2016, investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), junto a productores ganaderos y trabajadores rurales, ensayaron una serie de medidas con el objetivo de promover una producción lanera responsable tendiente a la conservación de la biodiversidad, que hoy comienza a dar sus frutos.
Los inicios
El investigador independiente del Instituto Para el Estudio de los Ecosistemas Continentales (IPEEC-CONICET), Ricardo Baldi, fue el que primero pensó que el conocimiento científico podía conjugarse con los saberes previamente adquiridos de los productores con el objetivo de encontrar soluciones conjuntas a problemas puntuales. Los campos y el ganado en Península Valdés se han visto afectados a lo largo del tiempo por factores diversos. “Los herbívoros autóctonos como el guanaco, por ejemplo, se alimentan de la vegetación nativa, sobre la que también pastorean las ovejas. El conflicto recrudece cuando los guanacos acceden al agua obtenida mediante bombeo y distribuida en bebederos para el ganado. Al mismo tiempo, depredadores como el puma atacan a los animales”, explica.
Según relata el científico, la respuesta inmediata expandida históricamente en la región, y que en buena medida continúa, es la persecución y caza de estas especies silvestres. Esas prácticas, lejos de solucionar los conflictos, no sólo aceleraron la degradación de los ecosistemas áridos sino que también resultaron en el abandono de decenas de campos. De esta forma, un grupo de trabajo conformado por investigadores del IPEEC-CONICET, comenzaron a implementar medidas para mitigar los conflictos con el objetivo de evitar la matanza tanto de pumas como de guanacos, restaurar las relaciones entre depredadores y presas nativas, y al mismo tiempo brindar soluciones concretas a los productores de ganado ovino.
“Trabajamos para posibilitar la coexistencia entre la producción de lana y poblaciones saludables de vida silvestre; implementando acciones de conservación y manejo basadas en la investigación científica y en actitudes responsables. Y actualmente estamos trabajando en diferentes establecimientos ganaderos que abarcan unas 50 mil hectáreas de Península Valdés, un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por UNESCO. En lugares críticos por el conflicto con los carnívoros, hemos introducido perros protectores de ganado para disminuir los índices de mortandad de ovinos por pumas y controlar a los depredadores de manera no letal. En otros sitios colocamos aleros a los bebederos artificiales disponibles para las ovejas, a una altura que impiden acceder a los guanacos a consumir esa agua”, comenta.
El desenlace
Un grupo de productores que se comprometieron a producir lana siguiendo estándares de prácticas responsables, con los que investigadores y becarios del IPEEC-CONICET colaboran desde hace tres años, aplicaron y obtuvieron una certificación internacional. La diseñadora argentina, María Abdala Zolezzi, conocida como Maydi, compró cien kilos de esa lana con el sello “Wildlife Friendly” y acaba de presentar en París la colección que produjo a partir de esa materia prima patagónica.
“Quiero dar a conocer la belleza de las fibras naturales con las que contamos en la Patagonia argentina y sobre todo teniendo en cuenta que estas fibras se encuentran respaldadas por un proceso productivo que cuida el medio ambiente, el bienestar de los animales y el desarrollo de las personas y las organizaciones que participan en toda la cadena de valor”, asegura Maydi.
La diseñadora creó toda una línea de prendas utilizando esta lana, que consta de sweaters, capa y accesorios como guantes, bufandas, polainas, gorros y chales. Además de la lana certificada, utiliza tintes naturales que se obtienen de plantas nativas mediante procesos amigables con el ecosistema.
Para Baldi, la ciencia debe ponerse al servicio de esta lógica: “Debemos una producción responsable, que permita la coexistencia con la vida silvestre, contribuyendo a la conservación de la biodiversidad y al bienestar humano, y a su vez encontrar mercados diferenciados que valoren y lleven adelante estas iniciativas. E incentivar a la creación de políticas públicas que pongan en valor la producción regional sustentable y la conservación de nuestras áreas naturales”.