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¿QUÉ VOTAMOS LOS ARGENTINOS?

La foto entre el presidente saliente, Mauricio Macri, y el presidente electo, Alberto Fernández, representa el país que votamos la mayoría de los argentinos el 27 de octubre.

Con matices o con diferencias ideológicas más o menos profundas, un porcentaje elevado de ciudadanos celebra tener una transición presidencial democrática y republicana, anhelando que sea uno más de incontables traspasos de gobierno, normales y ordenados, sin presidentes que no aceptan haber “perdido” el poder en una elección, sin violencia y sin golpes económicos.

Los argentinos tenemos una triste y larga tradición de gobiernos democráticos inconclusos, por ello nos interpela profundamente observar la imagen de dos presidentes iniciando una transición a doce horas de haber finalizado la elección y nos obliga a trabajar arduamente en la construcción y consolidación de nuestras instituciones republicanas.

Si bien las redes sociales están plagadas de comentarios y posteos festejando la foto de Macri y Fernández, celebrando un gesto político que comparto absolutamente, debiera generarnos cierta inquietud tener que destacar un hecho que en cualquier país democrático es perfectamente normal y habitual.

¿Por qué nos resulta llamativo que dos dirigentes elegidos por el pueblo para el cargo de presidente de la Nación se reúnan y desayunen protocolarmente y comiencen una transición democrática? Evidentemente, porque todavía nos falta un largo camino por recorrer hacia la consolidación de las instituciones de gobierno, porque todavía resuena en la memoria de muchos argentinos aquellos “largos meses de diciembre” previendo saqueos y reclamando helicópteros, o una presidenta que no quiso entregar los atributos presidenciales; o peor aún, los recuerdos de una dictadura atroz que sentimos demasiado cerca en el tiempo.

A poco de comenzar su gestión, el gobierno de Mauricio Macri envió un proyecto de ley al Congreso de la Nación, con la finalidad de dar tratamiento y aprobación a una norma que proponía un sistema de transición presidencial. Este proyecto obtuvo media sanción en la Cámara de Diputados, pero no pasó la prueba en Senadores y allí continúa, sin aprobación.

Así como se sancionó una ley para el debate presidencial obligatorio, sería saludable para nuestras instituciones que el Congreso sancione una ley de transición para el poder ejecutivo nacional que establezca plazos, que imponga la elaboración de informes estratégicos, la conformación de comités de transición del gobierno entrante y del gobierno saliente, y hasta la auto restricción por parte del presidente en ejercicio, por ejemplo en materia presupuestaria, como existe en otros países y en algunas provincias argentinas.

Las transiciones de gobierno ordenadas ofrecen oportunidades para construir y consolidar las instituciones del país, para establecer un diálogo democrático y para establecer y mantener políticas de largo plazo consensuadas por los distintos espacios políticos.

En definitiva, lo que debiera asombrarnos es imaginar la posibilidad de elegir funcionarios que se nieguen a realizar una transición democrática, entendiendo que el gesto político de Macri y Fernández, de sentarse a dialogar y cooperar en el traspaso del gobierno, debe convertirse en lo habitual en nuestro país, ya que solo podremos alcanzar el desarrollo en todos los ámbitos si construimos instituciones sólidas y duraderas que no puedan ponerse en jaque por un cambio de signo político en la conducción de la nación.

Fernanda Abdala

Abogada

ferabdala@hotmail.com

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