A veces los viajes tienen destino propio, y otras veces uno simplemente sigue una señal. Así llegó Gustavo Alejandro Tellini a Puerto Madryn, con una mochila cargada de memoria, de lucha, y también de ilusión. Veterano de la Guerra de Malvinas, Tellini es uno de los protagonistas que este año participará del Vía Crucis Submarino, una ceremonia única en el mundo que conjuga espiritualidad, homenaje y conciencia colectiva.
El viaje comenzó el 1° de abril en Puerto Pirámides, donde participó de una recreación del histórico desembarco junto a la escuela de buceo “Prócer Divers”. De ahí surgió la posibilidad de sumarse al Vía Crucis en Madryn, una experiencia que lo movilizó desde el primer momento. “Este evento tiene una connotación mundial, es la edición número 21 y cada vez se suma más gente. Está avalado por el Vaticano y tiene una fuerza simbólica muy especial”, cuenta Gustavo.
Su vínculo con Puerto Madryn es profundo: “Desembarqué en el Canberra en el 82, y desde entonces esta ciudad fue siempre un lugar de apego. Es el lugar en el mundo donde quiero terminar mi paso por este plano”.
Como veterano, Gustavo no sólo participa en actos y eventos conmemorativos: también da charlas en escuelas, comparte su testimonio y, sobre todo, insiste en que la guerra no terminó en 1982. “La guerra fue la guerra. El verdadero conflicto vino después, con la posguerra. Ahí es donde muchos quedamos desprotegidos, porque no hay legislación, no hay memoria colectiva que nos incluya”, explica.
Con dolor pero con claridad, señala que muchas veces los gobiernos —a nivel mundial— priorizan la logística del combate pero olvidan lo más importante: el después. “La guerra es un negocio. Es tristeza de ambos lados. Y cuando no se construye memoria colectiva, se pierde el interés social. Nuestro deber ahora es dar testimonio. Porque estamos vivos, porque podemos contar lo que pasó”.
El Vía Crucis Submarino representa para él una nueva forma de seguir malvinizando, de seguir generando conciencia y construyendo presencia desde otro lugar. “Soy buzo recreativo y pensé: ¿por qué no? Es una experiencia distinta, emocionante. No me la quería perder”.
Gustavo reconoce que no todos los excombatientes pueden compartir su experiencia. “No es que no quieren, es que no pueden. Y eso hay que respetarlo. Algunos no pueden hablar del tema, y ahí es donde la contención de la familia y los centros de veteranos se vuelven fundamentales”.
A lo largo de estas jornadas de vigilia por Semana Santa, Gustavo lleva consigo un mensaje claro: “Hay que seguir, seguir, seguir. Hasta que quede el último en pie. Y mientras estemos, vamos a seguir malvinizando. Porque las Malvinas son y serán argentinas, y porque todavía tenemos mucho por decir”.
Con una sonrisa, Gustavo cierra el encuentro con una frase que mezcla humor y convicción: “Estoy como el fernet: 70% emoción, 30% locura. Pero esta causa lo vale. No hay casualidades, hay causalidades. Y esta es una buena causa que alivia el alma”.