La reciente política de apertura de importaciones implementada por el gobierno de Argentina ha generado un panorama incierto para las pequeñas y medianas empresas (PYMES) manufactureras del país. Federico Poli, director ejecutivo del Observatorio PyME, compartió en una entrevista sus perspectivas sobre los efectos de esta medida, que ha dejado a muchas empresas enfrentando un mercado más competitivo y complicado.
Según las encuestas realizadas por el Observatorio PyME, que incluyen a 400 empresas de entre 10 y 250 empleados, el año 2024 fue particularmente difícil para las PYMES manufactureras. La producción cayó un 13%, lo que representa la segunda mayor caída desde la pandemia, solo superada por la baja del 15% observada en 2020. Además, el empleo también se vio afectado, con una reducción del 6%, la segunda mayor caída desde la crisis financiera de 2009.
A pesar de la caída en la producción, las ventas no cayeron significativamente. Esto se debió a que las empresas recurrieron a la desacumulación de stocks acumulados en años anteriores debido a las distorsiones macroeconómicas, como la brecha cambiaria. Sin embargo, esta estrategia podría no ser sostenible a largo plazo. De continuar la desacumulación de inventarios y mantenerse la demanda, se teme que una parte significativa de esa demanda sea satisfecha por productos importados, afectando directamente a la producción local.
Federico Poli señala que el 23% de las empresas encuestadas mencionan haber perdido participación en el mercado debido a la creciente presencia de productos importados. Este fenómeno no es nuevo, ya que el 40% de las empresas asegura sentir una “amenaza importadora”, un nivel récord comparado con años anteriores, incluso con las crisis económicas pasadas. Este temor se debe a que la producción local podría perder terreno frente a los productos importados, lo que podría llevar a una mayor desindustrialización en el país.
El fenómeno de la “sustitución de producción local por importada” ya está sucediendo. Según los datos del Observatorio, el 7% de las empresas han sustituido productos manufacturados localmente por importados. Además, el 18% ha optado por sustituir insumos y bienes intermedios de origen local por productos importados. Para 2024, el 30% de las empresas que importaron insumos esperan incrementar este tipo de sustitución, mientras que un 18% proyecta sustituir parte de la producción local por importaciones directamente.
La política de apertura de importaciones, que incluye la reducción de aranceles y la flexibilización de normas de seguridad, etiquetado y otros requisitos, busca principalmente generar competencia y reducir los precios. Sin embargo, los empresarios no están seguros de que esta medida haya tenido el efecto esperado en los precios. Aunque en el corto plazo se podría evitar un aumento significativo de precios, el problema de la formación de precios en la economía argentina sigue siendo mucho más complejo.
Federico Poli explica que los productos locales están desalineados de los internacionales debido a varios factores: los altos márgenes de rentabilidad impuestos por la inflación y la volatilidad económica, una infraestructura logística deficiente y una carga impositiva cada vez mayor. A estos factores se suma la apreciación cambiaria, que contribuye a la pérdida de competitividad de la producción nacional.
La situación es clara: la política de apertura de importaciones, si bien tiene sus beneficios inmediatos en términos de competencia y precios, podría tener consecuencias a largo plazo en términos de la desindustrialización del país y la reducción de la capacidad productiva local. La clave estará en corregir las distorsiones estructurales, como la carga impositiva, la logística y la competitividad cambiaria, para que las PYMES puedan mantenerse competitivas en un mercado cada vez más globalizado.