El relato trabaja mucho desde la simplificación para obtener un éxito que responde a los intereses perseguidos, aunque estos no sean los mejores para el común de la sociedad. De a poco se transforma en un dogma que empieza a no cuestionarse, sólo se acepta y defiende, de eso se trata lo que está sucediendo en nuestro país y es tan peligroso para el gobierno actual como para la totalidad de argentinos.
Lo anterior se materializa de forma clara y contundente cuando analizamos propiamente las palabras. La palabra solidaridad proviene del latín “solidus”, que significa solidario. Cuando dos o más personas se unen y colaboran mutuamente para conseguir un fin común, se habla entonces de solidaridad. La solidaridad ha sido lo que le ha permitido a las sociedades superar los más terribles desastres, como guerras, pestes y enfermedades. Atención a este dato, y recordemos lo que planteamos antes sobre el relato y como éste instala una visión hegemónica del pasado.
En el contexto planteado por el gobierno de Fernández, la idea de solidaridad se intenta entender como una mera labor de asistencialismo público, transformando el funcionamiento del Estado a partir de una noción mutualista del porvenir. Está claro que este tipo de políticas orientadas a “intentar solucionar el desastre que dejó el gobierno anterior” (visión del pasado del relato), vulnera las libertades individuales y en nuestro caso, ataca a los únicos sectores capaces de generar producción en nuestro país. La solidaridad solo debería ser aceptada como el ejercicio altruista de la libertad individual, no como una imposición de un gobierno que intenta ajustar a través de las variables equivocadas.
Cuando se instala a la solidaridad como una imposición vacía, se eluden otros cuestionamientos éticos, políticos y republicanos. “Debemos ser solidarios a lo que dé”, no hay forma de cuestionar esto puesto quien no quiere ser solidario entonces, según el relato, se posiciona del lado del “enemigo” y automáticamente avala todo lo malo que se produce en nuestro país. Se invoca entonces a la solidaridad para dar luz verde a acciones objetables y bloquear cuestionamientos a una norma que cristaliza al poder Legislativo y transfiere poderes extraordinarios al Ejecutivo, con claros signos de inconstitucionalidad y falta a los valores republicanos. Hay de cierta forma un intento de emotivización del discurso sobre la solidaridad, apelando a la moralidad para obtener aval social, intentando llevar a otro terreno el debate, pues despolitizándolo y quitándole el contenido técnico constitucional, la aprobación de medidas como estas es mucho más sencilla.
En un Estado democrático todos los miembros debemos defender su institucionalidad y preservar el equilibrio en la distribución del poder, lo que implica evitar las concentraciones en las decisiones y respetar las distribuciones propuestas por el pueblo a través de sus representantes.
Más allá de cualquier discurso que se emplee para alimentar un relato, se está habilitando un manejo propio de una política extorsiva, que va por el camino equivocado: el del atraso y el asistencialismo extremo. Hoy se instala en medio de la escena una mirada a corto plazo de la economía argentina y del manejo social, ese cortoplacismo es el que nos condujo a los mayores desastres de la historia económica de nuestro país. Los sectores productivos se encuentran asfixiados de forma desmedida con gravámenes sobre sus actividades, lo que se traducirá de forma indudable en caídas de producción, derivando de forma directa en crecimiento de índices de desempleo y mayor requerimiento de asistencia estatal. El Estado por su parte empleará el déficit como una forma de hacer crecer el consumo, una idea propia del keynesianismo para poner a andar la rueda de la economía, pero como toda mirada cortoplacista se olvida de sopesar eso con fomento de la inversión y de las exportaciones, aspectos altamente maltratados con estas medidas.
En medio de todo esto se intenta equilibrar hacia abajo los beneficios de los haberes previsionales, suspendiendo la fórmula de movilidad y dejando a merced de la decisión del Presidente formas y montos de actualización. Situación agravada por el resto de medidas que tendrán claramente efectos inflacionarios, deteriorando así el poder adquisitivo de los sectores más vulnerables a los que dicen defender, proteger y dignificar. No habrá dignidad, no habrá protección y no habrá crecimiento hasta tanto Argentina no se plantee un plan serio, que busque crear condiciones para ofrecer oportunidades reales y no propias de un relato que atiende sólo a los intereses del gobierno de turno. Frente a esto, hay muchos argentinos que vamos a continuar diciendo no.