A doscientos años del paso a la inmortalidad del General Belgrano, y como cada 20 de junio, hoy se celebra el día de la bandera. Los orígenes de ese símbolo que flamea en cada escuela, como una parte fundamental de la identidad nacional, se remontan a su pasado como insignia militar. “En los primeros años de revolución, en el campo de batalla los uniformes solo los usaban quienes los podían pagar, por lo que la mayor parte de la tropa vestía de civil. Se hacía necesario, entonces, obtener una insignia distintiva para las tropas en lucha”, explica en ese sentido Julio Djenderedjian, investigador independiente del CONICET en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (Instituto “Dr. E. Ravignani”, CONICET-UBA).
El investigador destaca que en el centro de lo que fue, en esencia, una lucha civil entre los llamados patriotas y realistas, la bandera nació como una forma de superar los localismos e identificarse: “Cuando se evocaba a la patria en esa época se pensaba en el concepto antiguo, es decir el lugar de nacimiento. La cuestión era superar la dimensión local de las milicias y contar con único ejército profesional, capaz de actuar en cualquier lugar”.
La historia de lo que sucedió es conocida: tras la abdicación de Fernando VII en 1808, las colonias reclamaron para sí derechos otorgados antaño a la figura del rey hispánico. Se gestaba la independencia. Los cabildos de las diferentes ciudades se consideraron depositarios de la soberanía, por ello desconocieron a las autoridades peninsulares constituyéndose como Las Provincias Unidas del Río de la Plata. Finalmente, el proceso derivaría en la declaración de la independencia y el proyecto de formar una nación. En ese escenario vertiginoso, Manuel Belgrano, economista, abogado, político y militar de la época, ordenó la creación de una bandera que viniera a aportar unidad al ejército patriota y pudiera, en simultáneo, diferenciar a los soldados en el campo de batalla.
En 1812 el prócer argentino logró una bandera inspirada en colores que no negaban la obediencia al rey, distinta sin embargo, a los matices rojo y amarillo del ejército realista. Así, tomó juramento a los soldados comprometiéndolos a cumplir con los deberes que imponía la lucha, describe Djenderedjian.
Posteriormente, la política del siglo XIX, según explica el científico, fue la encargada de recuperar los símbolos patrios como una forma de impulsar la República a nivel simbólico, social y cultural. El himno, la escarapela, la bandera, junto con un panteón de héroes indiscutidos y el papel central de la escuela como vehículo de unidad, comulgaron así para la conformación de la identidad de una nación ya constituida.
“La historiografía del siglo XIX ubicó a Belgrano en uno de los lugares centrales de la historia argentina. Se construyó un relato nacional en el que la biografía Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina escrita por Bartolomé Mitre tuvo gran injerencia”, señala Fabio Wasserman, investigador independiente del CONICET en el Instituto “Dr. E. Ravignani”. El historiador caracteriza a la bandera nacional como un símbolo relevante de la época, en su dimensión práctica y significante, pero con una proyección aún mayor hacia al futuro, ya que dio cuenta de la construcción de una nueva comunidad política.
Wasserman identifica en la vida del criollo ilustrado la posibilidad de seguir de cerca la crisis de la monarquía y el proceso revolucionario e independentista: Secretario del Consulado, miembro de la Primera Junta y destacada figura política y militar a lo largo de toda la década revolucionaria.
Por todo ello, a doscientos cincuenta años del nacimiento del creador de la bandera argentina y doscientos años de su deceso, el 2020 es transitado como el año del General Manuel Belgrano. La conmemoración es por su actuación pública en el proceso que condujo a la independencia del país, y por la creación del símbolo patrio por excelencia.
Por Yasmín Noel Daus