Argentina se acerca a los dos millones de infectados reportados por diagnóstico y a los 50 mil fallecidos. El dato positivo es que durante las últimas semanas, el promedio de casos disminuyó de manera lenta pero sostenida. Al 21 de enero, el país promediaba los 10.300 contagios diarios, al 28 de enero los 8.900 y para el 5 de febrero, los 8 mil. El declive de la curva es un aspecto muy favorable si se tiene en cuenta que, durante los próximos meses, las temperaturas bajarán y, según adelantan las autoridades sanitarias, habrá que prepararse para la segunda ola. Mientras avanza la vacunación en el país, el incremento de las restricciones continúa siendo la bala de plata con que cuenta el gobierno para frenar la propagación del patógeno si la situación se torna incontrolable. Las restricciones se endurecen en todo el mundo, las medidas para cuidar la salud de las poblaciones no distinguen banderas ni ideologías: Cuba ha decretado el toque de queda en La Habana durante últimas horas (más de mil casos diarios cuando antes se contaban de a decenas o centenas); del mismo modo que, del otro lado del Atlántico, varias naciones europeas como Francia, Países Bajos, España, Italia o Bélgica, no dudaron en recurrir a dicha medida.
El modelo epidemiológico de olas, según el biólogo molecular y biotecnológo Ernesto Resnik, fue propuesto en abril pasado porque se ajustaba muy bien a la coreografía de propagación que ensayaba el Sars CoV-2 en el mundo y en el país. “Algunos epidemiólogos ya anticiparon el modelo en abril pasado. Mientras el virus no se vaya, seguirá habiendo olas, con picos en que la gente se contagia más y se incrementa la inmunidad. Lo que creo que hay que entender es que cada ola es distinta a la anterior; como cada vez hay más gente que ya se contagió, cada vez hay menos personas susceptibles de la infección”, destaca Resnik. Y completa: “Al comienzo toda la población era susceptible y candidata a tener el virus, pero ahora el patógeno tiene menos terreno para infectar. Además, a diferencia de la primera ola, ya se volvió más difícil localizar los epicentros en las grandes urbes y dentro de éstas en grupos específicos. Me refiero a fábricas, geriátricos, frigoríficos o sitios puntuales. En la actualidad, al Sars CoV-2 se lo puede hallar en cualquier lado”.
Para el especialista argentino que reside en Estados Unidos, lo que se transformó durante los meses pasados fue la fase de la pandemia. “Al principio, los lugares que recibían al patógeno eran los centros de turismo o comercio. Buenos Aires, Madrid, Nueva York eran los epicentros que irradiaban los contagios. Ahora estamos en otra fase de la pandemia: puede haber un brote en una fábrica, pero debemos poner el ojo en todos nuestros contactos, en nuestras propias casas, en nuestros amigos, en los parientes”, sostiene Resnik. De manera que, bajo estas premisas, la segunda ola en Argentina es un fenómeno del que será difícil escapar porque, sencillamente, es la lógica de circulación viral que ha imperado en buena parte del mundo.
¿Para cuándo se espera la segunda ola en Argentina? Los especialistas señalan que el momento coincidirá con el descenso de las temperaturas y, con ello, la modificación de las dinámicas sociales. Básicamente, durante otoño e invierno las personas dejan de reunirse en espacios al aire libre y prevalecen los encuentros en espacios cerrados y desprovistos de ventilación. A este aspecto, deberán sumarse las clases que también podrían empujar el incremento de las infecciones. “Se habla de segunda ola siempre que existe un aumento de casos que se prolonga en el tiempo y que se asemeja a lo que sucedió meses atrás, cuando llegamos a tener 18 mil contagios diarios. En diciembre y enero experimentamos una nueva escalada en la cantidad de infectados que, afortunadamente, fue corta”, expresa Martín Hojman, médico del Hospital Rivadavia y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI). Luego continúa: “El clima tiene que ver, no de manera directa, sino por lo que genera: con el frío la ventilación disminuye y las personas tienden a estar más cerca y a frecuentar menos lugares abiertos”.
Además del clima existen otros factores que desde el punto de vista Hojman podrían contribuir al incremento de casos. “Desde Argentina observamos lo que sucedió y sucede en naciones europeas, donde la situación fue muy compleja y aún lo sigue siendo. Aquí parte de la prensa sigue diciendo que no sirvieron para nada las restricciones de meses atrás y construyen un mensaje que empuja a desacreditar los efectos del virus. Eso se debe sumar a las vacunas y a un cambio en la percepción de la gente que, ante un horizonte de respuesta más cercano, tiene menos temor a que la situación empeore”, explica. “Además, no debemos olvidar la confirmación de la existencia de nuevas variantes que ya circulan en el país y que son más contagiosas”, relata el médico infectólogo.
¿Se puede hacer algo para evitarla? Más allá del cansancio del presente, el foco estará en –una vez más– procurar concientizar a la población de lo importante que es cumplir con pautas sociales que, de acuerdo a la evidencia científica, tienen éxito probado. “Evitarla será difícil, pero dependerá de todos nosotros cómo será esa segunda ola y si lograremos contener la situación, tal como sucedió el año pasado, con el propósito de que el sistema de salud no colapse. Estará en nosotros, en definitiva, el hecho de poder mantener aquellas medidas que sabemos que son muy útiles; me refiero al barbijo, a la ventilación, a la distancia y a la higiene de manos”, precisa Hojman. Después continúa con un factor que él juzga decisivo: “Lo que tiene que estar muy en claro es la autopercepción de la gente, de no soslayar los síntomas, de contactarse a la brevedad con el sistema de salud, de autoaislarse ante la mínima detección de una situación anormal. Eso puede hacer la diferencia”.
Resnik, en consonancia con Hojman, sostiene una perspectiva similar. “Sobre todo en aquellas sociedades que no aceptaron la mano dura, seguimos contando con las herramientas de siempre; el aislamiento, el barbijo y ahora se suman las vacunas. En contraposición a ello, en naciones como Australia, China, Corea o Nueva Zelanda, las curvas han tendido a achatarse y a no despegarse demasiado porque ante el menor incremento de infecciones, los gobiernos imponían los confinamientos más extremos”, apunta. “En el fondo, no hay mucho nuevo bajo el sol para que Argentina pueda evitar una segunda o una tercera ola. Seguirá habiendo olas. ¿Por qué? Porque si bien en el mundo entero hay mucha gente que se cuida y muy bien, que toma todos los recaudos, que no quiere enfermarse ni enfermar a los que tiene al lado; hay otra gente que no actúa de ese modo”, suelta Resnik.
Lecciones de batalla y nuevo enfoque para la acción
Con respecto a marzo de 2020, son muchas las cosas que se han aprendido y el escenario es distinto. En la actualidad, buena parte de los países del mundo comenzaron con la inoculación masiva de sus poblaciones; al tiempo que los gobiernos establecen estrategias de mitigación diversificadas: el confinamiento sin opción es matizado con cuarentenas intermitentes, con cierres en horarios nocturnos, o bien, con aislamientos segmentados y específicos de acuerdo a la incidencia del patógeno en los territorios. La ciencia también ha avanzado y hoy, si bien no se descarta de plano la transmisión del patógeno vía superficies, el eje está puesto en la transmisión por aerosoles. En esta línea, la medición del CO2 suele ser un aspecto que se tiene muy en cuenta. En Argentina, el físico Jorge Aliaga propone colocar en ambientes cerrados medidores de CO2 como un indicador de la ventilación, en particular para controlar si hay suficiente renovación de aire. “Creo que algo aprendimos. Los hospitales, de a poco, están volviendo a su disposición habitual de camas. Sabemos que el tema del contagio por los aerosoles es clave, de hecho, para el comienzo de clases el tema de asegurar la ventilación será crucial. Por el contrario, no hay tanta evidencia al respecto de la transmisión por superficies y objetos inanimados. Son cosas que a principios del año pasado no sabíamos, no lo teníamos tan claro”, dice Hojman.
La cartera sanitaria, según las palabras del secretario de Calidad en Salud, Arnaldo Medina, se propone “un enfoque de atención mucho más temprano”. ¿Y qué implica eso? Reducir la cantidad de pacientes de covid que llegan a la instancia de terapia intensiva. Si a comienzos de 2020, el foco estuvo en dotar de nuevas unidades de cuidados intensivos, camas y respiradores a un sistema desguarnecido, ahora el centro está en mejorar la atención primaria. Mitigar el problema antes de que pase a convertirse en un conflicto de mayor escala. Incluye reforzar la clínica médica, así como también, la puesta en marcha de acciones complementarias como la oxigenoterapia, la aplicación de plasma de convalecientes y de suero equino hiperinmune. De esta manera, prevén bajar la mortalidad, pues, no es lo mismo enfrentar la pandemia con alternativas terapéuticas que sin ninguna carta en la mano.
Al respecto, comenta Hojman: “El plasma de convalecientes y el suero equino demostraron cierta utilidad en fases tempranas de la enfermedad, pero aún todo está por verse. Creemos que pueden ayudar pero todavía resta poner a punto la aplicación en cada caso. Por otro lado, creo que la ivermectina no es la solución; hasta la propia compañía que la produce –Merck– desaconsejó su uso para la covid”. Hacia fines de enero, el Ministerio de Salud –tras el consenso con entidades que nuclean especialistas y profesionales en el rubro– avanzó en el protocolo para la aplicación de suero equino y plasma de convalecientes en pacientes con covid. Por un lado, se estipuló que el suero equino podría indicarse a pacientes con enfermedad severa con hasta 10 días desde el inicio de los síntomas, con diagnóstico confirmado y debería ser administrado en el ámbito hospitalario con monitoreo médico en dos dosis, a razón de 4 mg/kg de peso con un intervalo de 48 horas por vía intravenosa. La droga, basada en anticuerpos policlonales de caballo, logra reducir la progresión y el impacto del coronavirus en un 45% para los casos severos. Por otro lado, se estipuló que el plasma de convalecientes se debía administrar en pacientes mayores de 75 años con menos de 72 horas de iniciados los síntomas, que no presenten criterios de gravedad y que, también, tengan diagnóstico confirmado. Según los estudios, cuando se administra durante los primeros tres días de síntomas leves, puede alcanzar un 61% de eficacia en disminuir la progresión a desarrollar una enfermedad severa.
El rol de las vacunas
“La vacuna tendrá su impacto. Cuantas más personas estén inoculadas, más individuos estarán en condiciones de evitar la internación en terapia intensiva o la muerte. Para eso sirven estas tecnologías, para impedir los casos graves y para disminuir la mortalidad. Hay que ver cuánta gente se llega a vacunar al momento en que emerja esta segunda ola”, enfatiza Hojman. “Eventualmente, cada pico debería ser menor. Ahora justo coincide con la vacuna y esperemos que se reduzca la incidencia y la mortalidad”, plantea Resnik. En esta línea, propone desplegar estudios de seroprevalencia como clave de acción: “Argentina debería tener estudios más profundos de seroprevalencia para poder saber a ciencia cierta cuánta gente se contagió y desarrolló anticuerpos. Ese cálculo será medular, por ejemplo, para saber qué cantidad de vacunas debe aplicar”.
Mientras los casos disminuyen semana a semana, el principal objetivo del gobierno es incrementar la provisión de vacunas. Argentina firmó un contrato para asegurar la llegada de 580 mil dosis de AstraZeneca en febrero y 580 mil en marzo, como parte de dos partidas “extra” que van por afuera de cualquier acuerdo preestablecido con anterioridad. A esas deben sumarse, durante el primer semestre, las 2,2 millones que llegarán a partir de Covax, el mecanismo establecido por la Organización Mundial de la Salud para garantizar el acceso equitativo a las vacunas. Y, luego, será tiempo de esperar los nuevos lotes de la Sputnik V para completar los 20 millones –según aseguró el Fondo Ruso de Inversión Directa, el ritmo productivo mejoraría a partir de este mes– y las 22,4 millones de AstraZeneca a partir de marzo –cuya sustancia activa ya está siendo enviada por el laboratorio local mAbxience a la planta mexicana Liomont para su empaquetamiento y distribución–. Por último, no se cierran las puertas a las negociaciones con China por la llegada de 1 millón de dosis de la empresa estatal Sinopharm –el único impedimento es que son muy caras, cada dosis cuesta 30 dólares– mientras que el pacto con Pfizer se advierte más lejano.
pablo.esteban@pagina12.com.ar