En esta fecha tan importante tendríamos que recordar, además, la violencia política previa al Golpe de 1976. Según el artículo 21 de nuestra Constitución se establece que:” Todo ciudadano argentino está obligado a armarse en defensa de la Patria y de esta Constitución (…)”. Con ese pretexto legal grupos violentos, como Montoneros, FAL y FAP, atentaron contra las Dictaduras de Onganía, Levingston y Lanusse. Con la llegada de la Democracia en mayo de 1973, sin embargo, esta violencia continuaría sin miramientos. El ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), que se había atrincherado en el noroeste argentino, ambicionaba una gran Revolución como la sucedida allá en Cuba de 1959; el argumento que manifestaban era llegar al poder por medio de la violencia porque por métodos legales sería imposible de conseguirlo. Era la única manera de alcanzar una “Patria Socialista” para enfrentar al Imperialismo, según ellos.
A todo lo antedicho sumémosle el surgimiento de la Triple A (algo así como un “Escuadrón de la Muerte” paraestatal), aquel mismo año de 1973, que causaría más pena y dolor a la población civil y militar. Los secuestros extorsivos seguidos de muerte; los atentados violentos con “coches bombas”, copamientos de comisarías, de cuarteles militares y los asesinatos en la vía pública eran cosas de todos los días. Se calculan que la cantidad de víctimas causadas por todas estas organizaciones se contarían en miles.
Con este panorama desolador llegamos a aquel 24 de marzo de 1976; no fue por casualidad, fue la construcción de un proceso que arrancó desde fines de los años 60. La llegada de Jorge Rafael Videla supondría, para muchos, la culminación de un período caracterizado por un horror en el que muchos argentinos ya estaban cansados. Pero el remedio terminaría siendo peor que la enfermedad. Patotas y matones de civil, cobardemente, arrancarían de sus hogares a obreros, estudiantes, intelectuales y a todos aquellos que se opusieran al nuevo gobierno. El sadismo más cruel demostró lo más bizarro y cruel al que puede llegar el ser humano. Todo se volvería más oscuro ya que ahora se le sumarían un mayor número de asesinatos, personas “desaparecidas”, y el robo de niños nacidos en Centros Clandestinos de Detención.
Es importante destacar la complicidad de las fuerzas políticas en este período ya que se les ofreció la dirigencia de numerosos municipios del país.
Y comenzó cuando justificábamos la violencia para conseguir un objetivo; cuando tapábamos la triste realidad con el dedo; cuando rebajábamos a quien pensaba distinto a nosotros. Comenzó como podría haber comenzado en cualquier otro momento. Comenzó cuando unas hordas de fanáticos compraban un discurso ensordecedor para dar hasta la vida por una falsa idea. La corrupción es violencia; el incentivar a los niños a que desprecien las instituciones democráticas, también es violencia. Así arrancamos con lo que luego llamamos “¡Nunca Más!”. No está de más mencionar que hubo una gran cantidad de burócratas sindicales que entregaron a sus compañeros, entre 1973 y 1983, a cambio de no perder privilegios. Fíjense la cantidad de charlatanes que tenemos hoy, de lengua larga y de billetera llena, que roban, que mienten y que amedrentan a la ciudadanía, siempre a la vista de quienes deberían cuidarnos y darnos garantías constitucionales. Es por ello que el Estado sigue teniendo una enorme deuda con todos nosotros.
En fin. Para terminar, concluyo diciendo que respetar los DDHH, que tanto recordamos, no significa remitirse solamente al pasado. ¿Cuántos DDHH se vulneran todos los días y sin embargo muchos prefieren no mirarlos? No vale, no es justo. Para que este 24 de marzo no sea solamente un feriado nacional, tenemos que dejar de hacernos los tuertos y reclamar ¡humanidad! para los que viven; además de apelar a la Memoria para que los horrores ya vividos no vuelvan a suceder.
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