Durante su discurso, el Jefe Comunal sostuvo: “Estamos hoy recordando un hito de crueldad, terror y salvajismo. Cualquier adjetivo que le dediquemos será poco para tantos propósitos devastadores que tuvo la Junta Militar que comenzó a definir nuestros destinos a partir del 24 de marzo de 1976. No hay fecha en el calendario que nos transporte a tanta tristeza, a tanta sensibilidad e impotencia por no haber podido evitar semejante ataque a la vida, a los sueños y a las ilusiones de toda una generación que pretendía lograr una sociedad más justa”.
Luego, apuntó: “Me causa una especie de temor escuchar una ridícula discusión sobre la cantidad de desaparecidos o de niños robados, que se ha instalado en nuestra sociedad en los últimos tiempos, como si fuera una simple diferencia en cuanto a número cuando aquello tenía otra diferencia más terrible: la vida o la muerte”.
A continuación, agregó: “Los genocidas marcaron su territorio en base a complicidades y ocultamiento para desarrollar un plan de exterminio al que no le importaba la cantidad de muertos, sino aniquilar ideologías e ideales. Los muertos, los desaparecidos, los bebés robados, los exiliados durante la atroz dictadura son tantos que somos todos nosotros. Sos vos, soy yo. Somos todos los argentinos porque fue aniquilado el futuro, la esperanza, la razón de vivir”.
Por último, afirmó: “Debo decir que cada nieto que aparece representa una victoria sobre el olvido. Y cada responsable que va preso es una victoria sobre la impunidad. Porque todavía, a 41 años de haberse iniciado la más sangrienta dictadura que recuerde nuestra historia, existen personajes oscuros que sienten el peso de su edad, pero no el inapelable peso de la justicia. No podemos ni debemos olvidar aquellos años ni a sus víctimas. Debemos recordar porque representa la memoria, la verdad y la justicia”.
Discurso completo Ricardo Sastre:
Estamos hoy recordando un hito de crueldad, terror y salvajismo. Cualquier adjetivo que le dediquemos será poco para tantos propósitos devastadores que tuvo la junta militar que comenzó a definir nuestros destinos a partir del 24 de marzo de 1976.
No hay fecha en el calendario que nos trasporte a tanta tristeza, a tanta sensibilidad e impotencia por no haber podido evitar semejante ataque a la vida, a los sueños y a las ilusiones de toda una generación que pretendía lograr una sociedad más justa.
Porque no había diferencias para los genocidas a la hora de ejecutar su plan. Caian obreros, militantes políticos y sociales, sindicalistas.
Todos representaban para ellos caprichosamente, un enemigo. Tampoco había edad ni género.
Caían aquellos que peleaban, que luchaban desde cualquier posición por desterrar para siempre las injusticias y la desigualdad de una Argentina bajo fuego que escribió el capítulo más borrascoso de su historia.
Me causa una especie de temor escuchar a veces una ridícula discusión sobre la cantidad de desaparecidos o de niños robados que se ha instalado en nuestra sociedad en los últimos tiempos como si fuera una simple diferencia en cuanto a número cuando aquello tenía otra diferencia más terrible: la vida o la muerte.
Los genocidas marcaron su territorio en base a complicidades y ocultamiento para desarrollar un plan de exterminio al que no le importaba la cantidad de muertos sino aniquilar ideologías e ideales.
Por eso instalar hoy en la sociedad una discusión respecto a un número me parece de una crueldad suprima, un desprecio por la vida de aquellas que no tuvieron posibilidad de elegir.
La sangre derramada de un solo argentino hubiera bastado para reclamar justicia de manera permanente porque en estos actos no importa la cantidad sino la responsabilidad de aquellos que los ejecutaron.
Los muertos, los desaparecidos, los bebés robados, los exiliados durante la atroz dictadura son tantos que somos todos nosotros. Sos vos, soy yo. Somos todos los argentinos porque fue aniquilado el futuro, la esperanza, la razón de vivir.
La dictadura tuvo propósitos devastadores. La clase trabajadora perdió los derechos que con tanto esfuerzo había ganado. Los ricos se hicieron inmensamente más ricos. Y los pobres se hicieron inmensamente más pobres.
El Estado se transformó en una máquina perfecta que eliminó a sus obstáculos con prolijidad de burócrata para ejecutar un plan siniestro de poder oscuro que nos hundió por largo tiempo en el profundo pozo de la impunidad.
Impunidad que de una vez por todas necesita tener un final. Porque representó el exterminio de toda una generación y el robo de identidad de cientos de personas.
Hoy todavía hay abuelos que esperan poder conocer a sus nietos y hay padres y madres que no hay podido hacer el duelo por sus hijos muertos ya que pertenecen a una interminable lista de desaparecidos cuyos destinos siguen siendo el secreto mejor guardado de los ejecutores del plan genocida.
Pero debo decir que aun con la tristeza que esta historia genera en quienes fueron protagonistas directos, cada nieto que aparece representa una victoria sobre el olvido.
Y cada responsable que va preso es una victoria sobre la impunidad.
Porque todavía, a 41 años de haberse iniciado la más sangrienta dictadura que recuerde nuestra historia, existen personajes oscuros que sienten el peso de su edad pero no el inapelable peso de la justicia.
Esa misma que ellos no supieron ni quisieron respetar sino que impusieron a su manera, a fuerza de balas y de torturas. De robos y desapariciones. De actos de una crueldad infinita.
Tenemos que ser conscientes que no podemos ni debemos olvidar aquellos años ni a sus víctimas.
No por una cuestión de rencor o de odio. Debemos recordarla porque representa la memoria de la verdad y la justicia.
Memoria para tener siempre presente entre nosotros a aquellos que no eligieron morir sino que fueron obligados a morir.
Verdad porque siempre se impone cuando asoma y revela hechos y responsabilidades.
Y justicia para que triunfe sobre la impunidad y el olvido.
Para que no quede el mínimo resquicio en la sociedad del pensamiento de quienes fueron ejecutores de la peor de las pesadillas.
La justica debe caer sobre ellos, sobre quienes han tenido y tienen la posibilidad de defenderse la que no le dieron a sus víctimas a los hijos de sus víctimas, al dolor interminable de sus seres queridos.
Memoria, verdad y justicia.
Debemos hacerlo por ellos y por nosotros. Por los que se fueron y los que vendrán.
En repudio a todas las muertes.
En honor a la vida.