El Grupo de Abuelas Lee Cuentos, integrado por un puñado de mujeres con una misión común, recibió un merecido reconocimiento del Concejo Deliberante de Puerto Madryn por su valioso aporte en la promoción de la lectura infantil. La distinción, que resalta más de una década de trabajo voluntario, se concretó en una emotiva ceremonia que subraya el esfuerzo y la dedicación de este grupo de 15 mujeres que, desde su creación, han sembrado las semillas del amor por los libros en las escuelas, hogares de ancianos, ferias del libro y colonias de vacaciones.
Un logro compartido
En un encuentro con Graciela Rahelman, una de las integrantes del grupo, compartió la alegría y emoción que les causó recibir la noticia de la mención de “interés cultural” por parte del Concejo Deliberante. “Estamos muy felices y sorprendidas. Este premio es una gran sorpresa para nosotras. Nunca imaginamos que nuestra labor fuera a ser reconocida de esta forma, pero sin duda es un premio muy importante dentro del mundo de la literatura”, expresó Graciela, quien junto a seis de sus compañeras viajará a Buenos Aires para recibir el galardón “La Hormiguita Viajera”, que reconoce a los precursores de la literatura, narradores y músicos de América Latina.
La magia de leer en voz alta
A pesar del nombre, el grupo no está formado exclusivamente por abuelas, ya que cualquier persona con el deseo de compartir su amor por los libros puede integrarse. Su misión es simple pero profunda: leer en voz alta. No solo se limitan a las tradicionales lecturas en las escuelas, sino que se desplazan a distintas instituciones que los invitan a compartir su pasión por los libros. Este es un trabajo que requiere dedicación, y no se trata solo de leer, sino de elegir el material adecuado, preparar el relato y dar vida a las historias con entonación y emoción.
“Nos reunimos todos los jueves en la Biblioteca Pedagógica, donde preparamos las lecturas. Ahí no solo elegimos los libros, sino que también ensayamos, nos apoyamos mutuamente y nos capacitamos para mejorar nuestra narración”, explicó Graciela. Además de las reuniones semanales, las integrantes del grupo participan en talleres y clubes de lectura, que les permiten seguir aprendiendo y creciendo en su rol como narradoras.
El impacto de la lectura en la comunidad
En sus más de 11 años de existencia, Abuelas Lee Cuentos ha dejado una huella profunda en la comunidad de Puerto Madryn. Han visitado colegios, bibliotecas, hogares de ancianos, y durante cada verano participan activamente en las colonias de vacaciones municipales y privadas. A través de sus narraciones, buscan despertar la imaginación y el amor por los libros en niños de todas las edades.
Sin embargo, su labor no termina en la ciudad. En un gesto de solidaridad y fraternidad, Graciela destacó que no solo ellas, sino que todas las abuelas narradoras de la provincia de Chubut, así como las de todo el país, deberían ser reconocidas por su dedicación desinteresada a la promoción de la literatura. “Este premio es un honor que compartimos con todas las abuelas narradoras. Sabemos que en cada rincón del país hay voluntarios que, con mucho amor, están contribuyendo a la formación literaria de los niños. Este es un trabajo de amor”, afirmó Graciela.
El premio recibido por el grupo es un testimonio del poder de la lectura como herramienta transformadora, no solo en el desarrollo intelectual de los niños, sino también en el fortalecimiento del tejido social. Y es que la lectura en voz alta tiene un impacto que va más allá de las palabras: crea lazos, estimula la imaginación y, como bien afirman las abuelas, “recibe muchísimo amor, pero lo hacemos con muchísimo amor”.
Un futuro lleno de historias
Con la mirada puesta en el futuro, el Grupo de Abuelas Lee Cuentos continúa expandiendo sus horizontes. Tras recibir el reconocimiento en Puerto Madryn, las voluntarias no solo piensan en el próximo viaje a Buenos Aires, sino también en nuevos proyectos y actividades para seguir llevando la magia de la lectura a cada rincón de la ciudad y más allá. Porque para ellas, cada historia leída es una oportunidad de conectar, enseñar y, sobre todo, transmitir el valor y el placer de los libros.
En la voz de Graciela, se escucha con claridad una convicción: “La lectura es una semilla, y cada vez que sembramos una, sabemos que hemos hecho nuestro trabajo”. Con este impulso, las abuelas siguen adelante, compartiendo cuentos, emociones y, sobre todo, el amor por la lectura que trasciende generaciones.